En el marco de la gira presentación de "Condition critical", Quiet Riot llegó a Sudamérica en Abril de 1985 para tocar en Brasil, Venezuela y Argentina. El lugar elegido por la producción de la gira para el concierto en Buenos Aires fue el estadio Luna Park que, al momento del concierto, era el lugar con mejor acceso y capacidad de la ciudad de Buenos Aires. Pues bien, 32 años después de aquel concierto, el mítico reducto que no sólo ha albergado a Quiet Riot sino a bandas y solistas de todos los estilos y de todas partes del mundo, está en terapia intensiva. El Arzobispado de Buenos Aires, dueño del predio desde hace casi cuatro años, está en tratativas para construir un edificio de oficinas en la manzana del bajo porteño donde hoy se ubica el Luna Park con un grupo inversor de origen europeo. El proyecto tiene como objetivo desarrollar una estructura de entre 15 y 20 pisos de altura, totalizando unos 30.000 metros cuadrados. Claro que, antes de iniciar la obra, los inversores deben comprarle el terreno al Arzobispado de Buenos Aires. Si bien los actuales administradores venían demostrando interés en mantener la gestión, con trámites como la habilitación definitiva del estadio para realizar shows, uno de los motivos que los empuja a la venta es que “la Iglesia no quiere correr riesgos con eventuales incidentes que pudieran producirse en algún recital”. Otro motivo sería una posible pérdida económica que genera el Luna. “No es una empresa que dé plata, al contrario. Imagino que muchas veces tuvieron que desembolsar dinero para mantener su funcionamiento”, dijo Esteban Livera, uno de los últimos integrantes de la familia Lectoure que trabajó en el lugar. Un escollo nada menor podría complicar la operación: el Luna Park fue declarado monumento histórico nacional en 2007. Esa decisión no fue casual, sino que - según explicaron los periodistas Guido Carelli Lynch y Juan Manuel Bordón en el libro Luna Park: El estadio del pueblo, el ring del poder - fue pedida por los Lectoure al entonces presidente Néstor Kirchner para impedir una potencial venta y demolición del predio. En caso de avanzar, el grupo inversor estudiaría dos opciones: construir el edificio “por encima” de la estructura actual, o bien quitar el interior pero mantener la fachada, al estilo de las torres corporativas del Banco Galicia, en Perón y Reconquista, y de Telefónica, en Ingeniero Huergo y Chile.